En un mundo globalizado en el que las identidades se mezclan, la oralidad, aquello que vincula al hombre más íntimamente con su grupo familiar, social y étnico, sigue siendo un elemento importante para comprender el propio origen y para no perder de vista el pasado y el presente a los que se pertenece. Estos pequeños tesoros, estas realidades con vida y brillo propio, se encuentran amenazadas, día a día, por el olvido.
Esta historia es real. Una familia con unas ovejas, vive en una pequeña casita de adobe en una montaña no muy lejos del poblado. Cuando los niños no están en el colegio, ayudan a sus padres en el pastoreo de las ovejas y a las tareas de la casa.
Con los primeros días de calor, se juntan con otras familias para esquilar las ovejas; es un gran día porque al final siempre celebran, tocan música, bailan y agradecen a Dios los bienes recibidos.
La abuela Yoyu sale a buscar todos los años la "saqta", raíz que se ralla para hacer el mejor jabón con que lavar la lana.
Después, durante varias semanas, las mujeres hilan los vellones de lana para luego teñirlos.
Cada color se obtiene de pigmentos naturales que se van atesorando durante el año. Semillas, flores, raíces y hasta pequeños insectos como la cochinilla de donde se obtienen los rojos más intensos.
Al final del proceso, los colores se fijan con sales que se recogen en salinas milenarias.
Este "saber hacer" no está escrito, es un relato oral que se va transmitiendo de generación en generación, se basa en la experiencia y los relatos que mantienen viva la sabiduría acumulada. Unos relatos que es un privilegio y un deber conservar...